Carlos Fernández del Ganso

 Médico Psicoanalista del Grupo Cero


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Lunes, 22 Marzo 2021 07:43

LA CONCIENCIA NO ES LO ESENCIAL EN EL TRATAMIENTO DE LA MELANCOLÍA

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LA CONCIENCIA NO ES LO ESENCIAL EN EL TRATAMIENTO DE LA MELANCOLÍA

Freud nos propone una cuestión: “¿en qué y entre cuáles sistemas psíquicos se desarrolla la labor de la melancolía?. Habremos de investigar cuál es la parte de los procesos mentales de esta afección que se desarrolla en las cargas de objeto inconscientes que han sido descartadas, y cual en la sustitución de las mismas por identificación en el yo. Es fácil decir que la presentación (de cosa) inconsciente del objeto es abandonada por la libido. Pero en realidad esta presentación se halla representada por innumerables impresiones (huellas inconscientes de las mismas), y la realización de la sustracción de la libido no puede ser un proceso momentáneo, sino, como en el duelo, un proceso lento y paulatino.

No podemos determinar si comienza simultáneamente en varios lugares o sigue cierto orden progresivo. En los análisis se observa que tan pronto queda activado un recuerdo como otro, y que las lamentaciones del enfermo, fatigosas por su monotonía, proceden, sin embargo, cada vez de una distinta fuente inconsciente. Cuando el objeto no posee para el yo una importancia tan grande, intensificada por mil conexiones distintas, no llega su pérdida a ocasionar un estado de duelo o de melancolía”.

“La realización paulatina del desligamiento de la libido es, por tanto, un carácter común del duelo y la melancolía; se basa probablemente en las mismas circunstancias económicas, y obedece a los mismos propósitos. Pero la melancolía posee, como ya hemos visto, un contenido más amplio que el duelo normal. En ella, la relación con el objeto queda complicada por el conflicto de ambivalencia. Esta puede ser constitucional, o sea depender de cada una de las relaciones eróticas de este especial yo, o proceder de los sucesos, que traen consigo la amenaza de la pérdida del objeto. Así, pues, las causas estimulantes de la melancolía son más numerosas que las del duelo, el cual sólo es provocado en realidad por la muerte del objeto. Trábense así en la melancolía infinitos combates aislados en derredor del objeto, combates en los que el odio y el amor luchan entre sí; el primero, para desligar a la libido del objeto, y el segundo, para evitarlo.

Estos combates aislados se desarrollan en el sistema Inconsciente, o sea en el reino de las huellas mnémicas de cosas (en oposición a las cargas verbales). En este mismo sistema se desarrollan también las tentativas de desligamiento del duelo; pero en este caso no hay nada que se oponga al acceso de tales procesos a la conciencia por el camino normal a través del sistema Preconsciente. Este camino queda cerrado para la labor melancólica, quizá a causa de numerosos motivos aislados o de acción conjunta. La ambivalencia constitucional pertenece de por sí a lo reprimido. Los sucesos traumáticos, en los que ha intervenido el objeto, pueden haber activado otros elementos reprimidos. Así, pues, la totalidad de estos combates, provocados por la ambivalencia, queda sustraída a la conciencia hasta que acaece el desenlace característico de la melancolía. Este desenlace consiste, como sabemos, en que la carga de libido amenazada abandona por fin el objeto; pero solo para retraerse a aquel punto del yo del que había emanado. El amor elude de este modo la extinción, refugiándose en el yo. Después de esta represión de la libido puede hacerse consciente el proceso, y se representa a la conciencia como un conflicto entre una parte del yo y la instancia crítica. Así, pues, lo que la conciencia averigua de la labor melancólica no es la parte esencial de la misma, ni tampoco aquella a la que podemos atribuir una influencia sobre la solución de la enfermedad”.

De lo expuesto por el psicoanálisis hasta aquí podemos deducir que tratar la depresión sin considerar los procesos inconscientes, hace infructuoso el tratamiento pudiendo prolongar su proceso de enfermar y llegar a deprimir el sistema inmunitario, como sucede en el cáncer.

“De las tres premisas de la melancolía, la pérdida del objeto, la ambivalencia y la regresión de la libido al yo, volvemos a hallar las dos primeras en los reproches obsesivos consecutivos al fallecimiento de una persona. En este caso, la ambivalencia constituye incuestionablemente el motor del conflicto, y comprobamos que, acabado el mismo, no surge el menor indicio de triunfo como en el estado de manía. De este modo hemos de reconocer que el tercer factor es el único eficaz. Aquella acumulación de carga, ligada al principio, que se libera al término de la melancolía y hace posible la manía, tiene que hallarse relacionada con la regresión de la libido al narcisismo. El conflicto que surge en el yo, y que la melancolía suele sustituir por la lucha en derredor del objeto, tiene que actuar como una herida dolorosa, que exige una contra carga, extraordinariamente elevada.

Del Libro: Depresión, Cáncer, Suicidio

Autor: Carlos Fernández del Ganso

Traductor: Esther Núñez Roma

CONSCIOUSNESS IS NOT ESSENTIAL IN THE TREATMENT OF MELANCHOLY

Freud proposes an issue: "among and in what the psychic systems is the work of melancholy developed? We will have to investigate what is the part of the mental processes of this affection that develops in the unconscious object charges that have been discarded, and which in their substitution by identification in the self. It is easy to say that the unconscious presentation (of thing) of the object is abandoned by the libido. But in fact this presentation is represented by innumerable impressions (unconscious traces of them), and the accomplishment of the subtraction of libido cannot be a momentary process, but, as in mourning, a slow and gradual process.

We cannot determine whether it starts simultaneously in several places or it follows a certain progressive order. In the analyses it is observed that as soon as one memory is activated as another, and that the lamentations of the patient, tiring by his monotony, however come, each time from a different unconscious source. When the object does not have such great importance for the self, intensified by a thousand different connections, its loss does not lead to a state of mourning or melancholy.

“The gradual realization of the release of libido is, therefore, a common character of mourning and melancholy; it is probably based on the same economic circumstances, and serves the same purposes. But melancholy has, as we have already seen, a large content than normal mourning. In it, the relationship with the object is complicated by the conflict of ambivalence. This can be constitutional, that is, to depend on each of the erotic relationships of this special self, or come from events, which bring with them the threat of the loss of the object. Thus, the stimulating causes of melancholy are more numerous than those of mourning, which is actually only caused by the death of the object. Thus there are infinite isolated battles around the object in melancholy, battles in which hatred and love fight each other; the first, to detach the libido from the object, and the second thing, to avoid it.

These isolated battles take place in the Unconscious system, that is, in the realm of the memory traces of things (as opposed to verbal charges). Attempts to detach from the duel also develop in this same system; but in this case there is nothing to oppose the access of such processes to consciousness by the normal path through the Preconscious system. This path is closed to melancholic work, perhaps because of numerous isolated motives or joint action. Constitutional ambivalence belongs in itself to the repressed. Traumatic events, in which the object has intervened, may have activated other repressed elements. Thus, the totality of these battles, caused by ambivalence, is withdrawn from consciousness until the characteristic outcome of melancholy occurs. This outcome consists, as we know, in the fact that the threatened libido charge finally leaves the object; but only to withdraw to that point of self from which it had emanated. Love thus eludes extinction, taking refuge in the self. After this repression of the libido, the process can become conscious, and consciousness is represented as a conflict between a part of the self and the critical instance. Thus, what the conscience finds out about melancholic work is not the essential part of it, nor it is the one to which we can attribute an influence on the solution of the disease.

From what has been presented by psychoanalysis so far, we can deduce that treating depression without considering unconscious processes makes the treatment unsuccessful, prolonging the process of becoming ill and causing the depression of the immune system, as it happens in cancer.

“Of the three premises of melancholy, the loss of the object, ambivalence and the regression of the libido to the self, we find again the first two in the obsessive reproaches that follow the death of a person. In this case, ambivalence is unquestionably the engine of the conflict, and we see that, once the conflict is over, there is not the slightest hint of triumph as in the state of mania. In this way we must recognize that the third factor is the only effective one. That accumulation of charge, linked to the principle, which is released at the end of melancholy and makes mania possible, must be related to the regression of the libido to narcissism. The conflict that arises in the ego, and that melancholy usually substitutes for the struggle around the object, has to act as a painful wound, which demands an extraordinarily high counter load.

From the Book: Depression, Cancer, Suicide

Author: Carlos Fernández del Ganso

Translator: Esther Núñez Roma

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