Carlos Fernández del Ganso

 Médico Psicoanalista del Grupo Cero


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Clinica de la Histeria

Hablar de la histeria es hacerlo de los deseos insatisfechos, esa peculiar manera de posicionarse el sujeto frente a su verdad que corresponde con una estructuración clínica en el que interviene un mecanismo psíquico descubierto en el año 1895.

Desear se desean deseos. Por sujetos del lenguaje, todos poseemos la capacidad de hablar. Si el que habla es un sujeto deseante, es decir implicado en su vida cotidiana como protagonista, producirá efectos en la realidad que dicen de él.

En la clínica de la histeria se presenta un cortejo sintomático dramatizado e inconsciente para el propio sujeto. Es decir se dramatiza una historia en una personalidad disociada: hay una que no sabe del sexo (sexualidad reprimida) y hay otra que dramatiza el aspecto sexual disociado.

Ella no sólo representa la belleza, embelleciéndose para otros. Su padecimiento no es por fea, ella no padece de eso, sino que padece de que lo bello está fuera de ella. Lo bello en una histérica nunca puede estar asociado a lo genital y así el problema es con la belleza en el orden del deseo, es decir estético.

Ella seduce, dramatiza para atraer lo bello fuera de ella y lo bello que ella atrae con su seducción lo transforma en feo y lo rechaza con su frigidez. Lo que ella seduce y atrae del exterior generalmente es un hombre que quiere sexo.

Ella se identifica con el hombre y no para ser él, sino para buscar, como él, la mujer. Toda investigación sobre la histeria nos lleva a una investigación sobre la mujer.

La histeria transforma lo bello en feo, porque lo genital en ella es lo reprimido, lo feo, lo que le da asco por las mañanas, nauseas a media tarde, frigidez todo el día, problemas con la piel, cistitis después de una relación sexual, neuralgias que con nada se resuelven, anestesias y contracturas durante años, perturbaciones de la visión, vómitos persistentes y anorexia…Cualquier función humana puede afectarse en la histeria y cualquier parte del cuerpo puede resultar una zona histerógena, simbolizando un trauma psíquico.

Así cualquier afecto que provoque los afectos penosos del miedo, la angustia, la vergüenza o el dolor psíquico puede actuar como tal trauma. La sobredeterminación del deseo pone en juego que el sujeto lo viva, lo utilice y se apropie de una u otra manera.

Podemos asegurar que, sea cual sea el síntoma del paciente, llegamos al terreno de la vida sexual. Conflictos psíquicos donde una representación (escena o experiencia sexual) intolerable para el sujeto, provocó una defensa del yo e induce la represión del material que desde entonces vive y actúa de manera inconsciente en el paciente.

Por ello todo tipo de tratamiento que se realice desde la razón, desde lo cognitivo perceptual, desde el consejo o pretende ser resuelto con medicación o consejos, está abocado fracaso terapéutico. Sólo el tratamiento que considere la existencia del mecanismo psíquico inconsciente y el método de la interpretación psicoanalítica, podrá resolver el síntoma que habla en el cuerpo y cuya escucha precisa la exquisita formación del terapeuta.

El histérico, la histérica son grandes deseantes, pero lo que verdadera-mente desea es que su deseo no se pueda satisfacer, es decir, que no deje marcas en la realidad. El deseo humano no tiene objeto, es imposible colmarlo, es errático, se desliza. Y sólo la interpretación produce el deseo. Llegamos a decir que la interpretación es el deseo, y eso permite transformar lo real, dejando marcas en la realidad. Estado de verdad el de la histeria, donde el paciente no se da cuenta, ni recuerda qué verdad dijo (posición femenina frente a la verdad) estructuración clínica que denominamos histeria.

Aceptan pequeños cambios, siempre y cuando no suponga, el resultado de su desear, una transformación de su vida cotidiana, para poder seguir aquejando la queja que impida cualquier tipo de acción y sean los recuerdos, las reminiscencias alucinatorias las que producen los síntomas. Alucinaciones donde no hay diferencia entre lo que pasó (en la infancia) y lo que recuerdo de lo que pasó (en el presente) No son los sucesos mismos los que actúan traumáticamente, sino su recuerdo, emergente cuando el individuo ha llegado ya a la madurez sexual. De tal modo que sería inútil querer interrogar a un histérico sobre traumas infantiles fuera del psicoanálisis, ya que su huella no se encuentra jamás en la memoria consciente y sí sólo en los síntomas patológicos.

Hablar de los fenómenos histéricos es hablar de la mujer, ya que si bien ella se identifica con los hombres, no es tanto para ser como ellos, sino para buscar, como un él, a la mujer. Trabajar, investigar el tema de la histeria, nos ubica directamente en la cuestión de la mujer.

Diagnóstico de la Histeria

En 1895, el doctor Sigmund Freud, separó mujer de histeria, momento histórico que produce una modificación en el modo de tratar la histeria, con respecto a lo que durante siglos se pensó como engaños, exageraciones o simulaciones de las pacientes, poniendo el acento en el útero-hístero (de ahí el nombre de histeria) Recordemos que lo que se pensaba como exageraciones son dramatizaciones, brillos de la histeria, una mujer identificada con un hombre donde refiere su zona genital a la cloaca primitiva fetal (como órganos de deshecho, de excreción) así como la fantasía infantil acerca de la sexualidad es que los niños nacen por el ano.

No por ser histérico se es mujer o dicho de otro modo, los hombres también pueden presentar esta clínica. De modo que la estructura clínica que llamamos histeria es un modo particular de preguntarse, en torno a la sexualidad, a la muerte y la procreación. Un paciente histérico generalmente es homosexual, no tanto porque le gusten los hombres (no que el homosexual es histérico) sino homosexual porque está identificado con la madre y, como una ella se pregunta ¿Qué desea una mujer?

Lo que no puede satisfacerse en la histérica es tener el pene, y para que el hombre caiga en esa sensación de ambicionar “no tener lo que tiene” se posiciona en el otro sexo. Para ser histérico hay que estar en posición femenina.

Decir posición femenina es dar cuenta de una de las cuatro posibilidades de todo sujeto psíquico en el proceso de la sexualidad: padre, madre, hombre y mujer. Sabemos que posición femenina es la posición del escritor, el artista, el creador. Posición femenina donde se dice la verdad inconscientemente, de tal manera que ella no recuerda qué verdad dijo sobre el amor, la muerte, el sexo y Dios.

El diagnóstico de la histeria es su tratamiento. Al descubrirse la existencia de un mecanismo psíquico en la producción de los fenómenos histéricos, se piensa la etiología y el pronóstico de manera diferente a como se pensaba antes del descubrimiento del mecanismo psíquico. Planteándose la dificultad del diagnóstico previo antes de un minucioso análisis, por lo que el tratamiento de la histeria confirma la estructura clínica de la histeria. El método y la técnica psicoanalítica descubiertos permiten tratar la histeria ya que el síntoma histérico es un sustituto de algo que la represión impide manifestarse. La asociación libre del paciente en presencia del psicoanalista, permite la instalación de la transferencia, un campo donde se pone en acto la realidad psíquica del inconsciente, la sexualidad, y ahí lo original del tratamiento psicoanalítico, permite que se analice la relación problemática del sujeto consigo mismo. Pudiendo transformar la miseria histérica en un infortunio corriente que no altere la vida cotidiana del sujeto.

Todos los neuróticos sean obsesivos, fóbicos o histéricos, utilizan el mecanismo de la dramatización en su devenir cotidiano, pero en la histeria esta dramatización la encontramos exagerada, como un ataque histérico poniendo en escena la danza sexual.

Lo dramatizado además, y esto es fundamental para entender y tratar a estos pacientes, es algo que está disociado de la conciencia, es decir, es algo inconsciente para el sujeto. El paciente no sabe lo que le pasa y no puede atribuir los síntomas a lo que ocurre, porque acontece en él de manera inconsciente.

El inconsciente es esa temporalidad humana donde somos juguetes de nuestro pensamiento, esa instancia psíquica que sobredetermina y genera lo singular y subjetivo de nuestros órganos de la percepción. Creemos ver donde en realidad no miramos. Somos hablados, mirados y pensados desde otro lugar diferente al que informan nuestros sentidos. Los órganos de la percepción generan ilusiones y la ideología transmite “creencias”, por eso antes del psicoanálisis (momento precientífico) se asimilaba a los histéricos con simuladores o mentirosos.

Para la histérica todo lo bello de la vida, está fuera de ella, se juega una cuestión estética, entendiendo por estética una cuestión ética del deseo. Ella (bella indiferente) seduce para atraer con su seducción lo que está fuera de ella y después lo rechaza con su frigidez o con náuseas y mareos, para no gozar de ello, para no disfrutar, para que su deseo permanezca como insatisfecho.

La frigidez, la falta de orgasmo, las nauseas matinales, el asco, la repugnancia, el vaginismo, las enfermedades de la piel, son problemáticas histéricas.

El paciente histérico (hombre o mujer) se coloca con respecto al semejante en posición femenina. Posición femenina quiere decir el modo de enfrentar la verdad, el amor o la presencia y existencia de dios.

El amor no es un sentimiento psíquico o social. El amor es un sentimiento de la especie. La especie necesita para sobrevivir, que nazcan otros congéneres de la misma. Especie que para perpetuarse necesita que las personas se amen, porque eso facilita la reproducción. El amor entonces no es una cuestión individual.

Con respecto a Dios, ella busca en el otro alguien perfecto que la ame y así por amarla poder denigrar, ya que amarla a ella tan llena de imperfecciones sólo lo haría alguien imperfecto. De tal modo que el otro semejante, Dios en este caso, tampoco pudo ser y su deseo una vez más queda insatisfecho.

El histérico siempre sufre en su interior, porque la fachada, lo que los otros ven, hasta puede ser la imagen de un triunfador. Sin embargo, la histérica transforma al hombre en dios, puede hacer el amor con él, para poder decirle, no me entere de nada. Para el paciente histérico la inteligencia es siempre un atributo de los otros y así vive condenado. Para ellos nadie es mejor que su madre.

A la histérica no le interesa gozar, ni que el partenaire goce. A ella le interesa que el partenaire la ame, es decir que el partenaire sea su madre. Y cuando se siente amada por un hombre entonces puede representar que goza, lo representa, ya que lo interesante para ella no es gozar, pudiendo hacerle creer al otro que gozo cuando no gozo, lo que consigue facialmente por estar disociada su personalidad.

Las relaciones con el partenaire, suelen ser buenas, pues la histérica haciendo la representación, totalmente inconsciente, que hace de gozar, consigue que él la ame. Generalmente el partenaire de una histérica es un hombre desvalorizado, pues ella se siente amada por un hombre al que ella no ama, sufriendo interiormente. Exteriormente ella mantiene su fachada de seducción (contrate entre la indiferencia y el erotismo) porque lo bello está fuera de ella y para atraerlo se embellece.

Los celos de la histeria tienen el carácter de exclusión. Ella se siente excluida y lo vive con un tinte paranoico, no porque él pueda tener otras relaciones, sino por el terror de no sentirse amada, la amenaza constante de que el partenaire haga algo diferente de lo que se espera que haga. Terror que se esconde detrás de los órganos sexuales femeninos, en la relación sexual fantaseada por ella, siendo niña, con una persona adulta, generalmente el padre. Situación que es recordada como violación. Ella se acercaba al padre, se acostaba en la cama con el padre, se identificaba con el padre para poder acercarse como, un él, a la madre. Y no es necesario que haya acontecido escena traumática alguna, ya que será el recuerdo de lo que pasó en una segunda escena, actual, lo que desencadena el fenómeno histérico.

Los hijos, normalmente, para una histérica son el falo, el pene de la madre, recubiertos por los brillos de su falta. El hijo al lado de ella, es un rey, un dios pero sólo al lado de ella. Cuando el hijo sale a la calle y se le presenta una dificultad, un fracaso escolar, él vuelve a casa con ella donde sigue siendo el rey. Una madre histérica generalmente no desea al marido, desea el falo (sus hijos) produciendo hijos inhibidos y potencialmente enfermos que se harán cuidar por la madre histérica. Ella madre histérica consigue que se quede un pene al lado suyo, un pene que le pertenece porque no se basta solo, se basta con ella, pasándole a pertenecer. Solucionando, así, aquel primer pedido al padre donde podemos reconstruir en análisis una conversación similar a: “Papá dame eso por la cual mamá, que me amaba a mí, te ama a ti” El padre le dice entonces: “eso no te lo puedo dar” y cuando ella insiste: “dame algo a cambio” entonces él le dice: “algún día tendrás un hijo con otro hombre” y ese es el dialogo que se establece de alguna manera entre un padre y su hija.

La histeria se establece en una etapa teórica: la fase fálica, donde no hay referencia orgánica como sucede en otras estructuras clínicas con referencia a la fase oral y anal. En la histeria el falo desliga al sujeto psíquico de lo que le ocurre en su cuerpo biológicamente. Y la etapa fálica está menos civilizada que la oral y la anal, pero no está la cultura preparada para civilizar lo que no existe, ni es corpóreo, el falo. Y sabemos que la teoría sólo se puede modificar con teoría, de modo que sólo el psicoanálisis puede atender y tratar esta estructura clínica que llamamos Histeria.

Con todo lo expuesto resulta ya comprensible que el psicoanálisis de la histeria sea el método terapéutico que actúa curativamente, transformando y sustituyendo la eficacia de la representación patógena no descargada por reacción (escena sexual reprimida) en un principio y dando salida por medio de la expresión verbal (asociación libre del paciente en transferencia) al afecto concomitante que había quedado estancado (generando el síntoma) y llevando al paciente a la verdad sobre si mismo y el autoconocimiento donde no necesita la enfermedad para gozar.

Un plus en el psicoanálisis, por ser la ciencia encargada de la salud, será la posibilidad que se abre en el sujeto frente a la creación por quedar libre una energía, antes encadenada al síntoma, y ahora disponible para la producción social artística.

Dr. Carlos Fernández
Médico Psicoanalista

 

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