Carlos Fernández del Ganso

 Médico Psicoanalista del Grupo Cero


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Los celos y la envidia

Reconocer que se pueden “sentir” celos, habla de la implicación del sujeto en lo que le pasa, dice de un grado de salud, más difícil aún es reconocer que uno se siente envidioso. Y ambos: celos y envidia son vertientes de cuestiones sociales por un lado y psíquicas por otro. Posibles de ser analizadas.

El celoso es más social que el envidioso, ya que el celoso, se siente excluido de una escena en la que le gustaría participar. El celoso, desea lo que otro está mirando, desea un deseo de otro; mientras que el envidioso, no desea lo que el otro consiguió, sino que solo quiere romperlo. El envidioso no quiere el coche del vecino, solo rayarlo.

El celoso reconoce la existencia de otro semejante con el que algo quiere, el envidioso quiere que el otro no tenga. En los celos siempre hay tres personajes como mínimo, en la envidia sólo hay uno (por ello es más primitiva y anterior que los celos).

Los celos y la envidia, señalan la doble carencia constitutiva del sujeto, esa imperfección que lo constituye como humano por nacer de padre y madre, seres sexuados (es decir celulares) por ende mortales como él, con lo cual también morirá.

Y llegar a la vida (cuando ya había vida para otros) es decir nacer anticipado por algo que permitió no solo que naciera y creciera, también apropiarme de lo que otros humanos antes de “uno” hicieron, llegar a la vida y aceptar ser un privilegiado que puede heredar no es fácil de aceptar. Los abogados lo ven en las dificultades que existen para resolver muchas herencias.

Dice el refrán “de bien nacidos es ser agradecidos”. Me puedo beneficiar de lo que trabajaron otros que sin conocerme construyeron: calles, universidades, puentes, teléfonos, objetos, libros…que permiten un mejor aterrizaje en la vida.

Los especialistas sabemos que hay cierta tendencia social a reprimir la sexualidad en aras de aumentar la producción social y de preservar la estructura monogámica de la familia nuclear, cuyo origen se fundamenta en el pasaje del feudalismo al capitalismo. Con el pasaje del trabajo artesanal al asalariado, la máquina permitió la obtención de la plusvalía y en consecuencia la posibilidad de acumular capital. Y la acumulación sin distribución adecuada siempre trae problemas.

El gran problema de los celos, no es “sentirlos” sino pensar que se pueden “tener”, es decir que se puede tener al “otro”, al semejante, al conyugue, al compañero. Y conviene saber que lo que despierta los celos, no son las personas, son frases, son palabras pronunciadas que señalan lugares de los cuales nos sentimos excluidos y en los que nos gustaría participar.

Todo conocimiento humano tiene su fuente en la dialéctica de los celos, es decir se constituye el yo del sujeto a la vez que el otro semejante. Mientras va descubriendo su propio cuerpo, la imagen del otro le anticipa. De modo que decimos que los humanos nacemos perdiendo doblemente: frente a las imágenes y frente a las palabras. Cuando crecemos iremos construyendo con el lenguaje, a través de las palabras, nuestras propias imágenes, que son en todos los casos lo privado.

La familia monogámica se constituye para establecer las leyes de la herencia de bienes materiales, pero hay cuestiones que no controla el sexo, por ejemplo el dinero tiene sus propias leyes, de modo que cuando es el dinero el que dice como debe ser gastado, es decir pone su nombre y apellidos a la cosas (por ejemplo veinte euros para libros), hablamos del dinero como equivalente general (donde con dinero se puede comprar hasta dinero) pero a veces el sujeto no acepta las leyes del dinero y quiere manejarlo él, como “cree” manejar otras cuestiones de su vida, ahí suele ocurrir que maneja el dinero como equivalente simbólico, es decir como lo que alguna vez hizo en la fase anal, de su constitución psíquica, con la caca: retenerla, acumularla, expulsarla, regalarla. La envidia se cura con trabajo y admirando en el otro sus logros. Los celos son deseos a los que puedo poner palabras, y entonces se transforman en otra cosa.

 Dr. Carlos Fernández
Médico Psicoanalista

 

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