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Viernes, 18 Marzo 2016 20:11

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En 1895 se descubre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos lo que permite el tratamiento eficaz de una dolencia singular y peculiar por la manera de posicionarse el paciente frente a una verdad que le concierne respecto al amor, la muerte y el deseo.

En la clínica de la Histeria se presenta un cortejo sintomático “dramatizado” e inconsciente para el propio sujeto.

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La histeria transforma lo bello en feo, porque lo sexual en ella es lo reprimido. Ella seduce, inconscientemente, para atraer lo bello (que siempre está fuera de ella) y eso bello que atrae con su seducción lo transforma en feo rechazándolo con síntomas de: frigidez, vómitos, cistitis, ascos, problemas de piel, perturbaciones de la visión, contracturas, anorexia, impotencia, cefaleas, mareos…

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Cualquier función humana puede afectarse y cualquier parte del cuerpo puede resultar una zona histerógena (aquella donde se simboliza el trauma psíquico con temblores, parestesias, dolor, hormigueos, parálisis…)

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El histérico, la histérica son grandes deseantes, pero lo que verdadera-mente desean es que su deseo no deje marcas en la realidad. Son capaces de llegar hasta el borde de la cama, hasta los prolegómenos de la firma del contrato y una vez ahí, se preguntan ¿qué hago aquí? ¿qué quiere usted de mí?

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Aceptan pequeños cambios, siempre y cuando no suponga una transformación de su vida cotidiana.

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Durante siglos se pensaron como engaños, exageraciones o simulaciones los diferentes síntomas clínico. La etiología se ubicaba en movimientos del útero (de ahí el nombre de Histeria). En 1895 el doctor Sigmund Freud al descubrir la existencia de un mecanismo psíquico en los fenómenos histéricos, se pudo separar y discernir mujer de histeria. Los hombres no son inmunes a la histeria, preguntándose también ellos, acerca de la sexualidad, la muerte y la procreación.

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Todo lo que representa como insatisfecho suscita su deseo en la histérica.

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El tratamiento de la histeria requiere el psicoanálisis cuidadoso y preciso de cada caso singular, lo que es posible gracias a la formación de los profesionales. La asociación libre del paciente, en presencia de la escucha del psicoanalista, permite la instalación de la transferencia, pudiendo la interpretación modificar el sufrimiento del paciente.

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Antes del descubrimiento del mecanismo psíquico de la neurosis obsesiva, fueron considerados los obsesivos como producto de una “degeneración del sistema nervioso” o “disminución de la función psíquica”. Con el Dr. Sigmund Freud el tratamiento de la neurosis obsesiva es posible.

El neurótico obsesivo, con sus ideas obsesivas, se comporta como si fuera un supersticioso creyendo en la omnipotencia del pensamiento, en la premonición de los sueños, haciendo de lo nuevo algo ya conocido para él.

En la neurosis obsesiva el síntoma es una solución que el sujeto encuentra entre la huida y la condena. El síntoma es una respuesta a una situación que rebasa al sujeto. El sujeto intenta defenderse de las ramificaciones del recuerdo (inicialmente reprimido) y crea en esta lucha defensiva los actos obsesivos que son “medidas preventivas” contra las representaciones y los afectos.

El neurótico obsesivo experimenta impulsos extraños a su personalidad, se ve compulsado a realizar actos cuya ejecución no les proporciona placer ninguno, pero a los cuales no puede sustraerse y su pensamiento se encuentra invariable-mente fijo a ideas ajenas a su interés normal. Ideas (representaciones obsesivas) que pueden carecer de sentido y ser totalmente absurdas, pero que conllevan un gran trabajo intelectual del paciente que lo agotan y le hacen cavilar como si se tratase de asuntos vitales para él.

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Impulsos de carácter infantil y desatinado, hacen vivir al paciente bajo un gran temor, pues se ve incitado, en la fantasía, a cometer graves crímenes, de los que huye horrorizado por medio de toda clase de prohibiciones, renuncias y limitaciones. El psicoanálisis nos advierte que son síntomas que hablan.

El neurótico obsesivo: “es la rana que quiso ser buey” (hinchándose tanto que termina reventando) siempre quiere ser el otro semejante que destaca en la escena. Todo lo que representa como imposible incita su deseo.

Sólo un obsesivo se pregunta ¿Qué es un padre? y se lo pregunta porque quiere saber. Está más allá de la muerte, conoció la muerte y es ahora invulnerable. El neurótico obsesivo duda de cuestiones determinadas, duda de que exista la muerte.

 

Dr. Carlos Fernández
Médico Psicoanalista

Visto 2660 veces Modificado por última vez en Jueves, 14 Abril 2016 19:05